08:06 | Lima, ene. 15 (ANDINA).
Por Susana MendozaTiene 15 años trabajando en la administración pública y le apasiona servir. Es la coordinadora general de la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción desde noviembre del 2011. Ha logrado que se cambie el concepto penal de “funcionario público” para evitar abusos y malas prácticas de congresistas o autoridades antes de asumir su cargo.
Cuando denunció a un juez por pedirle una coima de 200 dólares para acelerar la sentencia de un caso que ella tenía a su cargo, a mediados de los años 90, Susana Silva Hasembank no vislumbró que dos décadas después lucharía contra la corrupción que existe en el Estado.
En la actualidad está a cargo de la coordinación general de la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción (CAN), que aglutina a diferentes instituciones públicas en la tarea de erradicar esta “enfermedad crónica”, que todavía no tiene cura.
Por estos días, ella trabaja una propuesta de protección al denunciante para ayudarlo a no desistir, por ejemplo. “Existe una magnífica norma de protección al denunciante, pero que funciona solo en procesos administrativos, no cuando ocurre un ilícito penal que se ventila en la Fiscalía o Poder Judicial. Es allí donde tenemos que darle mayor garantía a los ciudadanos para que formulen su denuncia y la continúen”, explica.
Parece una respuesta sencilla. Susana la plantea así. Tal vez porque los 15 años que tiene en la administración pública fueron una escuela para ella: como vicepresidenta del Inpe y como adjunta en la Defensoría del Pueblo.
“Durante este tiempo he aprendido a entender las necesidades del Estado, como la de los ciudadanos. Los funcionarios incurren en prácticas de corrupción porque no existe una carrera pública, un servicio civil bien constituido. Los deshonestos no tienen vocación de servicio. Son los que llegan al Estado a servirse de él, y en todos los niveles”.
Pero este sentido de justicia tiene un origen. No fue una orden impartida durante su infancia. Fue un modelo de vida que se detuvo en sus pupilas y que en su juventud se convirtió en una forma de vivir. Su madre, la jueza María Isabel Hasembank, conocida por su honestidad y rectitud, fue un ejemplo cotidiano para ella.
Por eso, su sentido de competitividad se manifestó desde niña de forma natural, y siempre fue la primera de la clase. Su progenitora, recta y exigente, le enseñó a luchar. Además de cumplir el mandato de su profesión, la jueza se hizo cargo de sus tres hijas a puro pulso y las sacó adelante. A su padre no lo conoció. “Amo a mi madre, la admiro y sé que ella siente lo mismo por mí”.
Nos confiesa que en algún momento de su vida se embarcará en un proyecto fuera de la administración pública. Es lo que dice. Por el momento, trabaja de lunes a viernes más de 12 horas diarias, convocando, aglutinando, generando consensos, siendo la diplomática que quiso ser, porque para luchar contra la corrupción hacen falta más que alas.
Hoja de Vida
-Me formé como abogada en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Soy magíster en Derecho Aplicado al Desarrollo de la Universidad de Warwick, Inglaterra.
-Fui secretaria general de la Municipalidad Metropolitana de Lima.
-Adjunta para la Administración Estatal de la Defensoría del Pueblo.
-Vicepresidenta del Instituto Nacional Penitenciario (en dos oportunidades).
-Asesora del despacho de la ministra de la Promoción de la Mujer y del Desarrollo Humano durante el gobierno de transición.
(FIN) DOP
Published: 1/15/2014