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"La adicción afectó muchas áreas de mi vida, pero gracias a mi familia cogí el timón"

Dos testimonios cuentan por qué es importante la familia en recuperación de pacientes

ANDINA/Jhony Laurente

ANDINA/Jhony Laurente

12:00 | Lima, nov. 1

Por Susana Mendoza

Lo que empezó como algo casual y divertido se convirtió en una espiral de angustia a causa del consumo de alcohol y drogas. Mari Carmen y Juan Carlos regresaron de un laberinto que empezaba a atraparlos, gracias al proceso de recuperación que iniciaron con el apoyo de sus familias.

Ella recuerda que empezó a consumir sustancias muy joven, en fiestas y con amigos, pero los últimos años fueron insostenibles. Lo sabía, se daba cuenta, pero la desesperación por no saber cómo salir del problema, la mantenía en el laberinto.

Mujer de cuatro décadas, Mari Carmen es madre de dos hijas, quienes fueron sus puntales para que admitiera que “había tocado fondo”, pues cada día se alejaba más de ellas, así como de su pareja, madre y hermanos.

Adicciones

“La mayor me dijo que necesitaba ayuda y yo me rendí, reconocí que tenía un problema, ya no quise seguir engañándome. Justo el Día del Padre conversaron conmigo, para mí fue una señal. Mi papá también tuvo un problema de alcoholismo. Me embarqué en esta aventura”, dice al referirse al tratamiento que sigue ahora.

Hace cuatro meses “está limpia” y va para más. Ha cogido esta oportunidad como cuando se respira el aire de la mañana para oxigenar el alma. Reconoce que el amor de su familia -la que ha creado y de la que proviene- siempre estuvo allí. Pero no la veía por la enfermedad.

“Yo no tengo nada de qué juzgarlos, solo tengo agradecimiento hacia ellos, total e infinito. La familia debe tener una actitud de esperanza, saber que sí se puede, que también tienen que curar sus rollos por lo que han sufrido y aprender a vivir de una forma positiva”, comenta a la Agencia Andina. 

“A nadie le gusta aceptar que es disfuncional”


Juan Carlos, en cambio, recuerda que en su juventud se sentía un bicho raro, lo que pensaba y sentía no calzaba con el sentido común de los demás.

Adicciones

“Me sentía solo a pesar de estar acompañado, mis relaciones con las personas no eran buenas. Aprendí a torear las cosas que venían hacia mí y, como no podía hacerlo, las evadía a través de alcohol y drogas, no sabía cómo labrar mi propio camino”.

Cinco años han transcurrido desde que tomó la decisión de coger el timón de su vida. Hoy, con 53 años, y desde lo vivido, afirma que la adicción es una enfermedad familiar, no solamente del enfermo.

A ninguna familia, sostiene, le gusta aceptar que es disfuncional, más bien defiende a capa y espada su funcionalidad y perfección ante la sociedad y otras familias, por eso es más fácil señalar con el dedo a la persona que le ha brotado el síntoma de la enfermedad.

Admite que la adicción afectó muchas áreas de su vida, entre ellas la sentimental, pues el consumo activo de drogas y alcohol distorsionaron su mente, y no tuvo capacidad de construir una relación estable.

Ahora es padre de tres hijos con tres parejas diferentes. Le da pena decirlo porque eran estupendas personas, dice. Pero estaba enfermo, no las valoraba. Ahora, y a pesar de su edad avanzada, comenta sonriendo, es feliz en su matrimonio pues recién experimenta lo que es tener una pareja de manera responsable y amorosa.

“En mi recuperación ha sido crucial la presencia de mis hermanos y padres. Sobre todo, de ellos quienes a pesar de su edad avanzada estuvieron dispuestos a cambiar, reflexionar y hacer una revolución mental. La familia no tiene de qué avergonzarse, sino darse una oportunidad”.

Enfermedad de las emociones


Luis Felipe Koechlin Venturo, director de Andenes visión de vida, centro de tratamiento alternativo para adicciones, sostiene que el 80 por ciento de la recuperación de una persona con problemas de adicción depende de la familia y no del paciente.

Médico de profesión, y con 16 años de experiencia en el tratamiento de diferentes tipos de adicciones o apegos, como prefiere llamarlo, afirma que el cambio de vida en el núcleo familiar es fundamental.

“No basta que la persona deje la droga, el alcohol o las pastillas pues lo que hay que modificar es la manera de relacionarse, de pensar la vida, y eso tiene que cambiar por completo en la familia, y en los más cercanos a ella”.

Koechlin explica que la adicción es un problema familiar porque viene de la familia y aparece la enfermedad, o porque la enfermedad afecta a la familia, distorsiona los vínculos, distorsiona percepciones, cambia la forma de procesar el cerebro.

“Un alcohólico cree que con dos tragos no se emborracha, el jugador cree que va a ganar siempre y un depresivo se siente solo a pesar de tener una familia maravillosa. La distorsión viene de las emociones, y estas no se manejan adecuadamente. Si te quiero, solo veo cosas buenas; si te detesto, solo errores. Es importante la reflexión para cambiar la emoción. La razón rompe con eso, lo racional rompe con lo emocional”, afirma categórico.

¿Adiciones versus apegos?


¿Pero por qué hablar de apegos en vez de adicciones? Según Koechlin, porque aún no se puede establecer quién es un adicto o un consumidor social de trago. El abuso es lo negativo, la distorsión.

Adicciones

Por eso prefiere hablar de apegos, y quien tiene uno, tiene más de uno: la persona que consume alcohol, consume sustancias, pastillas, se deprime, trabaja obsesivamente, quiere más sexo. Y estas prácticas lo que revelan son síntomas de emociones que son la enfermedad.

“La familia debe entender que el problema no es el consumo de alcohol, drogas o sexo, sino de emociones. Por eso no puede seguir creyendo que la persona afectada es inmoral o no tiene principios, y quien trabaja todo el día o tiene apego religioso debe ser aplaudida”

El secreto para entenderlo, agrega el experto, es el tiempo, comprender que la enfermedad se hizo en el tiempo. Un apego se gesta en años, poquito a poquito, y no puede resolverse en dos semanas.

“El promedio para que una familia admita que hay un problema es de 7 años, más dos para iniciar una acción de cambio, son 9 años de vida perdida y la familia se afecta. El tiempo es el mejor aliado, la vida”

Para Koechlin la adicción (el apego) es una enfermedad tratable, la gente se recupera, puede cambiar, pero es más fácil lograrlo con la familia que sin ella, y la tolerancia es la mejor herramienta.


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(FIN) SMS/RRC

Published: 11/1/2017