Lo mejor de las virtudes de los seres humanos se manifiesta en una de las profesiones más cercanas a la vida de las personas: la medicina. Carrera relacionada al profundo sentido de servicio al prójimo, a la empatía y al compromiso con la salud y el bienestar de las familias peruanas.
El llamado a servir por medio de la medicina, en ocasiones sucede a muy temprana edad, como ocurrió a varios de los 624 especialistas que laboran en el Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN) que desde su infancia sabían que iban abrazar esta carrera y para llegar a la gloria pasaron por todo un vía crucis.
“Jesucristo apareció atrás de mí”
Así lo precisó el pediatra nefrólogo, Dr. Mario Humberto Encinas Arana (62), jefe del Servicio de Nefrología, quien tiene 33 años ejerciendo la medicina y 30 de ellos en el INSN.
Él se formó en esta noble profesión en la Universidad Nacional Federico Villarreal, institución donde aprovechó al máximo su don de conocimientos, los que adquirió durante sus estudios de primaria y secundaria en el colegio Claretiano, gracias a los cuales fue becado y obtuvo el Premio de Excelencia. Es casado con una oftalmóloga con la que tiene tres hijos.
“Nos entendemos y nos compenetramos en las tantas veces difícil y absorbente carrera que es la medicina. Mi decisión de estudiar medicina fue desde niño y básicamente estaba fundamentado en el servicio, en querer ayudar a los demás, en querer aliviar el dolor. Mi madre me inspiró con su vocación de ayuda y también influyó la labor de mi tío que era médico y el primo de mi papá”, sostiene.
Durante su Serums, le tocó entrenarse en postas médicas de las zonas de Montenegro y Cruz de Motupe, las más olvidadas de San Juan de Lurigancho. El 80% de pacientes que atendía eran niños por lo que se inclinó en la especialización de pediatría. La realidad que vivió ahí lo llevó a plantear el trabajo cercano con la población y lo logró.
“Se hacían campañas. Los médicos salíamos de las postas y estábamos más cerca de los vecinos que a muchos les resultaba difícil ir o dejar a sus hijos solos”, recuerda.
El también expresidente de la Sociedad Peruana de Pediatría, y actualmente Concejero de la Asociación Latinoamericana de Nefrología Pediátrica, le marcó el caso de su paciente Dilan (8) hace muchos años.
“El niño estaba en un estadio muy grave. Médica y humanamente no tenía posibilidades de vivir. Acudí a UCI para examinarlo y me encontré con la madre. Mientras le hablaba, la progenitora se puso a rezar. Y Luego me dijo, que la imagen de Jesucristo se le apareció en la ventana, detrás de él. Yo quedé impactado. El niño en los siguientes días evolucionó favorablemente y se curó. Considero que fue un milagro y que Dios intercedió a través de nosotros”, recordó.
Colectas para salvar a los pacientes
El amor por la carrera de medicina, le nació al cardiólogo pediatra Carlos Mariño a los 15 años cuando estuvo internado en el Hospital de la Policía Nacional con el diagnóstico: neumonía intensa, derrame pleural. Estuvieron a punto de colocarle un dren torácico. “Gracias a los médicos y a las oraciones de mis padres salí bien”, recordó el especialista.
El Dr. Mariño, quien tiene 25 años ejerciendo la profesión y 22 de ellos en el INSN, ha realizado 3 mil cateterismos sin necesidad de una cirugía a corazón abierto. Indicó que el personal está en constante capacitación e innovando procedimientos a beneficio de la salud de los pacientes.
“En cada área los médicos tratamos de mejorar en procedimientos que solo se hace en nuestra institución como es el implante percutáneo de válvula pulmonar sin cirugía cardiaca que es a través de un catéter”, precisó.
El especialista -catedrático en UNMSM y en la USMP- señaló que antes de la existencia del Seguro Integral de Salud (SIS), los médicos demostraban su espíritu solidario.
“Llegaban niños cuyas vidas estaban al borde de la muerte. Requerían operaciones en el acto, válvulas, donación de sangre. Las familias no tenían dinero. Eran muy humildes. Todos hacíamos una colecta para salvar al paciente. Donábamos sangre, nos movíamos rápido. Uno de los últimos fue un dispositivo que costó S/2500, una fuerte suma de dinero en esos años. La mejor satisfacción para todos es ver recuperado al niño”.