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Pluma de galenos: escritura y medicina en tiempos de coronavirus

Médicos peruanos trabajan en primera línea y crean historias que recuerdan la humanidad de hombres de blanco

Médicos peruanos trabajan en la primera línea de fuego y se dan tiempo para crear historias que recuerdan la humanidad de los hombres de blanco. Foto: El Peruano

Médicos peruanos trabajan en la primera línea de fuego y se dan tiempo para crear historias que recuerdan la humanidad de los hombres de blanco. Foto: El Peruano

10:42 | Lima, ago. 17.

Por José Vadillo

1. La oncóloga pediatra Gloria Paredes Guerra tiene datos, avalados en 12 años de investigaciones, sobre los beneficios del zinc. Basta una pastilla en el desayuno -una que uno puede adquirir sin receta médica en farmacias-, me dice, para mejorar el sistema inmunológico frente a gérmenes, bacterias, hongos, y, claro, hacer una mejor batalla a la pandemia del coronavirus.

Se lo recomienda a sus pacientes bajo tratamiento de quimioterapia (pues no baja sus defensas) como para todos, incluidos los que sufren de enfermedades crónicas, como diabetes y presión alta. Ya que no todos tienen los medios económicos para comer carnes rojas o frutas secas, explica, una pastilla de zinc de 15 o 30 miligramos, sumada a una alimentación balanceada, que incluya frutas, verduras y menestras, ayudará a tener mejor respuesta ante el mentado coronavirus.

Aquellos que han tomado el zinc han pasado el covid-19 asintomáticos, máximo con un día de malestar general, explica. “Un segundo grupo lo forman aquellos que pasaron asintomáticos pero sí reapareció el cáncer; y un tercer grupo son los pacientes que no recibieron el zinc, estaban operados de cáncer, se complicaron los casos, enfermaron y fallecieron”, cuenta.

Tal como lo vio en Cuba, la doctora Paredes Guerra opina que sería más efectivo dar una bolsa semanal de alimentación básica: una botella de aceite, menestras, huevos y leche fresca diaria a las familias. Así, el país caribeño logró, a pesar del hacinamiento, mantener a raya a la tuberculosis, gracias a la buena alimentación.


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La oncóloga Paredes trabaja hace veinte años en el hospital Rebagliati, donde la atención física para los pequeños pacientes con cáncer ha continuado, con todos los cuidados que se requiere.

Comenta que la praxis médica durante estos meses de la pandemia del covid-19 ha demostrado que los padres deben llevar a sus niños con cáncer para que sigan el tratamiento en los hospitales. Algunos padres no lo hacen por temor, pero ello ha sido más adverso para sus hijos.

En la balanza cuentan los otros casos, familias que desde provincias, y a pesar del covid-19, continúan. Uno de los casos viene desde Ica: los padres han tenido que pagar más de 400 soles por transporte, para que su hijo sea chequeado. También se ha dado el caso del apoyo de médicos de hospitales de otras regiones, como en Arequipa, donde los pequeños pacientes están recibiendo la quimioterapia sin necesidad de trasladarse a Lima.

“Las personas tienen que venir a consultas. En los consultorios del área no-covid se atiende todos los días”. Por tiempos de la pandemia, y para que no hagan otros viajes, el mismo día de la cita, se les realiza los exámenes clínicos.

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La oncóloga pediatra tiene otra faceta. El año pasado fue finalista del I Concurso Iberoamericano de Narradoras. Desde que en el 2008 la retaron a escribir 10 cuentos, ha escrito ya 54, dirigidos al público infantil.

Son historias sobre valores positivos que ha visto en sus pacientes como valentía, fortaleza, esfuerzo, alegría, dignos de admirar. Y a partir de ahí ha creado historias, incluso sobre la buena alimentación (la promoción del proteico cuy, por ejemplo) y el diagnóstico de prevención y la importancia del lavado de manos, dientes y las vacunas, entre otros tópicos, cuenta Paredes, quien también es madre de dos hijos, ya universitarios.


“Muchas veces los adultos lloran de emoción porque asumimos a los niños como víctimas, ellos comen la comidita, obedecen porque tienen el anhelo de volver a sus casa, a sus colegios, de volver a estar con sus amigos”, comenta.

Ella participa en el libro Diecinueve relatos médicos sobre la pandemia con “Misión covid”, su primer cuento fantástico. Fue un reto que le planteó el editor del volumen, José Donayre.

“La pandemia del covid-19 es un evento que la gente recordará toda la vida”, relata la doctora. El protagonista de su ficción deja de ser por primera vez un niño y es una persona enferma. Para inspirarse, comenzó a leer cuentos en clave fantástica y darle rienda a la creatividad. Una paciente suya que dibuja mangas se animó a hacer dibujos; a otra, la historia le inspiró una pintura.

2.

En el siglo XXII no existen médicos ni enfermeras, todo el personal de los hospitales son médicos androides. Es una huella que dejó la pandemia del covid-19. Es lo que cuenta Juan Javier Bolaños en el relato “Andromedik”, incluido en el libro Diecinueve relatos…

El médico anestesiólogo limeño publicó hace dos años la novela Tomas-IN. La presentó a ambos lados del charco, en Lima y Barcelona. Formado en la universidad Cayetano Heredia, JJ Bolaños trabaja en la fundación Puigvert del hospital Sant Pau, de Barcelona, y ha estado también en la primera línea contra el coronavirus.

Como una cruel pesadilla, recuerda esos primeros meses de la pandemia en España: la gente acataba al 100% la medida de emergencia y los médicos eran los únicos que salían a esas calles sin alma alguna. “Parecía un domingo eterno”, resume.

“Ahora ya está muy tranquilo por aquí, hay brotes, pero son de atención primaria, no vuelve esa oleada de casos, con reanimaciones y cuidados intensivos como a finales de marzo o abril, la época más dura”, cuenta desde el otro lado de la línea telefónica.

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La ciencia, opina JJ, no está acostumbrada a luchar contra el tiempo. Recuerda esos primeros meses con el covid-19, con los casos multiplicándose en el hospital catalán, y los papers, los artículos científicos, cambiando cada 24 o 48 horas.

“Como médico te mueves entre certezas, pero esto ha sido una cachetada a la ciencia, ver que no sabes qué hacer”. Por ejemplo, de entubar a los pacientes ni bien se veía que su capacidad respiratoria disminuía, a saber que esto podría matarlos. “Ha sido una lucha contra el tiempo”, dice recordando lo vivido.

Afortunadamente, le sirvió su formación. “Latinoamérica te forma en una ‘medicina de guerra’; que nos ha servido a los doctores latinos para enfrentarnos a esta situación dura, que no pensábamos que iba a suceder en un país industrializado”.

Cuenta que a los médicos latinos en España les dolía imaginar que si allá debían de improvisar inclusive con bolsas de basura, para atender a sus pacientes, cuál sería la gravedad de la situación en sus países de origen.

En términos médicos, una cosa que llamó la atención a escala mundial, opina, es que mientras en España y otros lugares por la situación excepcional, los servicios privados se pusieron a disposición del público frente a la pandemia; en el caso peruano, el Estado “tuvo que transar con el servicio privado”.

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El médico anestesiólogo cree que en Europa ayudó para el confinamiento el concepto de “para”, cuando el Estado da al ciudadano un 50% o 60% de su sueldo en los meses que no trabaja, una suerte de licencia laboral; ello permitió el éxito del confinamiento, “algo que no se puede dar en Latinoamérica, en general, donde prima la cultura de supervivencia, y ese efecto dominó impacta en los hospitales”.

Su otra pasión es la escritura. Cree que hay más similitudes de las que se cree entre cualquier expresión artística y la medicina.


“Un médico tiene que desarrollar los sentidos para observar el paciente, gran parte de su trabajo se basa en la observación y el artista también necesita desarrollar la observación”, opina. Mientras uno escribe la historia clínica, el otro escribe la historia poética.

Una segunda idea que tiene es sobre el cambio de posiciones. “Hasta antes de la pandemia, el arte era una funambulista que la ciencia observaba desde la butaca; ahora, es al revés: el arte está sentado cómodamente en la butaca y el médico está en escena”.

Finalmente, la escritura creativa y el arte, en general, que practican algunos médicos, sirven para recordar que los galenos también son humanos. “Si bien estamos entrenados bajo la mirada objetiva, somos humanos, hemos sufrido y lo que nos ayuda es el gran poder vocacional, eso es nuestro caballito de batalla para sentirnos mejor”, puntualiza JJ Bolaños.

(FIN) DOP

Publicado: 17/8/2020