Andina

El triunvirato del criollismo: Oscar Avilés, Augusto Polo Campos y Arturo 'Zambo' Cavero

Hoy 31 de octubre se conmemora el Día de la Canción Criolla.

Foto: Archivo HIstórico del Diario Oficial El Peruano.

06:11 | Lima, oct. 31.

Por José Vadillo Vila

Su garganta era profunda y perpetua en peruanidad. A Arturo ‘Zambo’ Cavero (1940-2009) le gustaba el buen yantar, la conversa y chanzas con los amigos y siempre asistía a su encuentro con el respetable en buena percha. Así, hasta cantaba mejor nuestro Pavarotti del criollismo. Vea aquí la galería fotográfica

El "Zambo" Cavero


Las tres hijas del cantor más coreado por las tribunas rojiblancas veían tan seguido al sastre que lo creían un miembro más de la familia. Todas las semanas el señor llegaba con su tiza alba y la cinta métrica XL dispuesto a dimensionar los ternos y camisas que el Zambo cambiaba como quien cambia de calzoncillo. 
 
“Mi padre era demasiado coqueto, vanidoso”, cuenta Moraima, una de las tres flores de Cavero. Su memoria olfativa lo recuerda siempre oliendo riquísimo. Un ‘superperico’ que pisaba la calle portando tres pañuelos y las camisas bien planchadas por su señora. 

La música y el canto eran ubicuos en casa. Zambo Cavero despertaba y, como las palomas, amanecía zureando. Desde la ducha, endomingaba la garganta. Y en la mesa del comedor, también. “Era un enamorador”, define Moraima. Su vida de artista famoso lo hacía perderse las tortas de cumpleaños, pero se daba tiempo para telefonear y cantar un ‘feliz cumpleaños’.  

El Zambo amaba la música criolla (desde jovenzuelo fue habitué de los centros musicales), mas era ecléctico en sonoridades. En casa se escuchaba música clásica, y cuando retornaba de los viajes la petaca rebalsaba de discos y libros de percusión. Amaba el jazz con el oído, la mente y el corazón. “Era un hombre vanguardista, sobre todo con los ritmos de la percusión”. Y así como el intelectual es sumatoria de sus lecturas y reflexiones, el cantor es adición de lo que su oreja escuchó. Entonces esa forma de cantar del Zambo Cavero, particular y profana de apropiarse del criollismo, tiene sus coordenadas.  

Cuenta también su leyenda que primero fue percusionista y luego cantor. Su madre renegaba porque se escapaba al Centro de Lima, entonces en su apogeo, a escuchar a las bandas e intérpretes que llegaban del Caribe y otros emporios del sabor. Fue una noche, cuando reemplazó a Pablo Villanueva, ‘Melcochita’, en la batería y empezó su historia en los compases con las orquestas Capri, Camagüey y la de Lucho Macedo. 

En su ara particular, junto al Señor de los Milagros, había dos habaneros colosales y nihilistas: Bola de Nieve y Benny Moré. El periodista Agustín Pérez Aldave fue testigo del día que el Zambo cantó en el desaparecido Jíbaro de la avenida La Paz un repertorio de boleros. ¡Y cómo cantaba! 

El reloj de los artistas tiene otros minuteros y horarios. Zambo Cavero, a veces, cumplía presentaciones de martes a domingo, llegaba de madrugada a casa y sus hijas se iban al colegio cuando él se entregaba a Morfeo. Su relajo era irse los lunes al sauna. A diario compraba todos los periódicos: recortaba noticias y llenaba crucigramas.   

Hombre del pueblo, disfrutaba del ‘Chavo del Ocho’ y ‘Cantinflas’, lo que no le restaba incentivar el amor por los estudios. Mientras las hijas hacían las tareas de la escuela, Zambo Cavero daba el ejemplo y se sentaba a la cabeza de la mesa a desarrollar las suyas en pos de la maestría. 
 

Polo Campos


El 3 de junio de 1987, en Washington, cinco exponentes de la música bicolor, María Jesús Vásquez, Luis Abanto Morales, Zambo Cavero, Óscar Avilés y Augusto Polo Campos, fueron declarados por la Organización de los Estados Americanos (OEA) como Patrimonio Musical de América.  

El compositor Augusto Polo Campos (1932-2018) guardaba con celo aquel diploma de honor. “Fue algo que marcó, al menos, la vida de mi padre”, recuerda Marco Polo, uno de sus hijos. Porque hasta ese momento, la OEA solo había dado ese laurel al mexicano Pedro Vargas.  

Augusto Polo Campos tuvo varias facetas musicales y románticas (de esta última daba cuenta la teleserie Los amores de Polo) y a él mismo le gustaba contarlas exageradas. Fue en los años setenta cuando unió su talento al de Óscar Avilés y Arturo Zambo Cavero. Y era lo contrario al Zambo: le cogía camote a un terno o a una camisa y la usaba a morir, como si fuera la última prenda fabricada en el mundo. 

Ayacuchano de nacimiento, Polo Campos lactó del criollismo en el Rímac. A los 4 años empezó a rimar, y a los 14 o 15, cuando integraba el conjunto Los Rimenses, compuso en la escalera de una radioemisora su primer éxito, “Arquero cantor”, dedicada a Juan Criado, campeón con la ‘U’. Eran tiempos de los shows en directo y no existe grabación del primer vals. Luego, conoció a Jorge ‘Carreta’ Pérez, le cantó “La jarana de Colón” e ipso facto se hace éxito con Los Troveros Criollos. El Carreta se convertirá en el padrino artístico del joven. Se suceden éxitos como “Ay, Raquel”, “Romance en La Parada”, “El cholo Simón”. 

No obstante sus éxitos, sus colegas mayores de la Guardia Vieja, salvo el maestro Pedro Espinel, lo miraban de soslayo. 
Todo cambiaría en 1962, cuando presenta a último minuto en la voz de Edith Barr el vals “Limeña”, y gana el festival Cristal.  

Ese año, Los Morochucos, con su estilo elegante, la guitarra de Avilés, la primera de Alejandro Cortez (¡qué voz!) y la segunda de Augusto Ego-Aguirre, graban la sin igual versión de “Cuando llora mi guitarra”. Con esos dos temas, en los que demuestra su dominio del vals, Polo gana el respeto y admiración de sus colegas.  

La década de los setenta, tiempos de los gobiernos de Velasco y Morales Bermúdez, y de las eliminatorias de México 70, es cuando el triunvirato se encarna en versos eternos.  

Las letras y melodías de Polo Campos se amalgamaron para la eternidad con la sapiencia de Avilés en las seis cuerdas y un joven Arturo Zambo Cavero fresco, fuerte y dulce en las cuerdas vocales. Se sucedieron una serie de éxitos como “Cada domingo a las doce” (cátedra del amor susurrante), “Tu perdición”, y las piezas mayores de esta asociación lícita para robarse un país: “Y se llama Perú” y “Contigo Perú”. Las masas hacen suya las canciones patrióticas y elevan “Contigo...” a la categoría de segundo himno nacional (que lo digan sino los peruanos que lo corearon en el Mundial de Rusia 2018).  
 

Óscar Avilés 


Vestía aún los pantalones cortos, cuando Óscar Avilés Arcos (1924-2014) descubrió su vocación por punteos y rasgueos. Se debía esconder en el ropero para tocar la guitarra. Cuando finalmente, su padre, el fotógrafo José Avilés, convencido por sus amigos, aceptó que su hijo tenía talento innato para el palo trinador solo le exigió una cosa: “No quiero que te adocenes, quiero que seas el mejor”.  

Y Avilés, que cada vez que salía al ruedo, en su vida de adulto, se persignaba en casa frente al retrato de sus padres, trató de jamás fallar: su carrera que abarcó tanto como instrumentista, productor, cantor, arreglista y compositor.   

Tenía 18 años, era 1942, cuando su trío, Núñez, Arteaga & Avilés, gana un concurso radial de cuerdas. El periodista Roberto Nieves lo bautizó, con el voto popular, como La Primera Guitarra del Perú.   

“Creo que don Augusto Polo Campos, Arturo Cavero y mi papá le ponían el alma, el corazón y el Perú por sobre todas las cosas. Fueron la trilogía más exitosa de la música peruana. Se juntaron tres genios en el momento y la época indicados”, opina Óscar Avilés Jr., quien desde niño recuerda infinidad de grabaciones en los legendarios estudios Iempsa en el Cercado de Lima (hoy propiedad de la Asociación Peruana de Autores y Compositores, Apdayc), donde el control de la consola de sonido estaba a cargo de Víctor Reyes Malqui, genio de las perillas.  

En la memoria colectiva hay un momento significativo que resume todo lo narrado: cuando el dúo Avilés-Cavero se planta en el escenario de la OEA y hace de “Contigo Perú”un ejercicio musical entre lo recitado y lo cantado, entre el a capela y el acompañamiento. Ganan con la emoción y el público, que los aplaude de pie, sin distinción de nacionalidad, también se abraza de peruanidad. 

Datos:

El 31 de octubre de 1944, el presidente Manuel Prado Ugarteche, reconoció el Día de la Canción Criolla. En 1849, en la fecha, Ramón Castilla promulgó la primera ley de derecho de autor y en 1961, se promulgó la segunda ley, la Ley 13714. 

Por el Día de la Canción Criolla, Apdayc realizó el conversatorio “Evocación de tres grandes del criollismo” con la participación de Moraima Cavero, Marco Polo Campos y Oscar Avilés Jr. 

El Ministerio de Cultura está apoyando en la digitalización de las grabaciones que se atesoran en los archivos sonoros de Iempsa. 

Más en Andina


(FIN) JVV


Publicado: 31/10/2020