Eulogio Chávez Orué perdió a su padre a los dos años, y por una razón que él aún no se explica, desde muy niño deseaba tener su negocio. Dejó su natal Urubamba, en Cusco, a los 12 años para probar suerte en Lima en otra actividad que no sea la agricultura. Hoy es un próspero empresario panadero que apuesta por el Perú.
Si algo recuerda de su infancia, es el placer que le causaba tomar la leche directamente de la teta de la vaca. En especial cómo chorreaba por su boca y el sabor que tenía cuando pasaba su lengua para limpiar sus labios.
Muy niño ya había perdido a su papá y de los siete hijos que tuvieron sus progenitores, él fue el sexto. “Fue muy duro para mi mamacita hacerse cargo de nosotros, trabajar en el campo era muy difícil, y yo no quería la pobreza para ella, por eso vine a Lima a los 12 años”, manifiesta.
Llegó con mucha ilusión a la casa de un paisano ubicada en Surquillo, en la cuadra 20 de la avenida Angamos. Le dieron un pequeño espacio, levantado con tripley, solo para dormir. Era un niño, pero ambicionaba grandezas.
Se dio cuenta de que la vida en la capital era difícil, así que se las ingenió para conseguir trabajo en un taller de mecánica en donde lavaba las piezas de los carros con gasolina. Era “mosca”, siempre atento a lo que le pedían sus jefes y muy observador de las tareas que podía realizar antes de que ellos se las ordenaran. Diez años estuvo allí.
Pero no fue lo suyo. Trabajaba y estudiaba en el colegio Ricardo Palma, y lo que ganaba no le alcanzaba para sus pasajes, alimentación ni para solventar sus estudios. Así que cuando le pasaron la voz de que había un puesto para vendedor de insumos de panadería, no dudó en presentarse.
Es cierto que una persona por medio de las decisiones que toma en la vida va escribiendo su historia. Es lo que le ocurrió a Eulogio, hoy un próspero empresario panadero e inmobiliario, de 60 años. La empresa que le abrió las puertas era nada menos que la del secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, quien, al verlo siempre pilas, lo fue orientando en valores y apoyando como un padre para que hiciera realidad sus sueños.
“Me enseñó de todo, me motivaba siempre, me gané su cariño con honradez y trabajo. No desperdicié ninguna de sus frases, y había una que me decía con frecuencia: no seas conformista, puedes crecer más”. Así fue. Dicen que cuando uno visualiza lo que quiere, se cumple.
Negocio que alimenta
Eulogio, una vez más, tomó otra decisión: tener su panadería. No ha sido fácil, afirma. Ha necesitado de mucha perseverancia, de horas de trabajo y dedicación para ver crecer su negocio que, para él, integra el progreso y la oportunidad de ayudar a las personas.
Ya pasaron más de cuatro décadas y hoy es dueño y gerente de tres panaderías ubicadas en Barranco y Miraflores, y de una empresa inmobiliaria. Tiene a su cargo a 55 personas que comparten con él su compromiso de no fallarle a la clientela a la que a diario le entregan el alimento básico de la vida: el pan.
“No la abandoné, ni en la pandemia, porque el pan no puede faltar en un hogar. Me ha costado bastante llegar a este momento, no vi crecer a mi hija mayor. Es una astilla que tengo en mi corazón. En estos años aprendí a valorar mi vida y a poner en práctica lo que me enseñó mi mamacita, aún viva en nuestra tierra: ser trabajador y honesto. Soy así y apuesto por mi país”.
Eulogio tiene planes. Quiere mejorar sus productos, ampliar sus locales y comenzar a producir panes superiores a los franceses, que, según su fino paladar, son los mejores del mundo. Mientras tanto, el cachito de mantequilla, el karamanduka y el mismo pan francés que él prepara seguirán siendo los mejores de su reino de harina de trigo, levadura, agua y sal.
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Published: 11/6/2023